Corría la arena de aquel reloj y mis palabras estaban siendo medidas,los gritos de gente inerte del amor a las letras, escurría sin cesar de sus labios,
y fue ahí que Tabata toco mi hombro, su frágil mano acariciando mi espalda, me estremeció hasta el éxtasis de un orgasmo visual al imaginar su belleza,
y sin decir nada con solo gritos de aquellos que no sabían que mis letras no pueden ser medidas, volteé para poseerla, penetrar en su ambiente porque alcanzaba la libertad, vacío-libre,
y esquivando la cima de su cuerpo, escape sutil de su alma,
procurando evitar sus ojos, dos personajes a punto del suicidio, y sin más UNA MASCARA,
muralla que me evito matarla.